jueves, 11 de octubre de 2012

ANGELES VS DEMONIOS

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GOTICO
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lunes, 5 de diciembre de 2011

Cultura Vampírica


¿Qué hacen los muertos por la noche? ¿Qué sienten en su sofocante lecho de tierra? ¿Qué desean los muertos? Esas preguntas han visitado la imaginación de los humanos desde la noche de los tiempos y, entre las especulaciones religiosas y los argumentos racionalistas, siempre ha surgido una posible respuesta capaz de helar el corazón: los muertos desean la vida, odian a quienes les sobrevivieron y aprovechan la oscuridad, el reino de las sombras, para regresar de la tumba y atormentar a los vivos. El hombre ha buscado siempre cómo nombrar al miedo. Y enfermedades, desapariciones y muertes de dificil explicación se han cargado desde antiguo en la cuenta tenebrosa de los muertos que regresan del más allá, ansiosos de sangre: los vampiros.
La biografía del vampiro se hunde en el pasado de la especie humana y en el pantano de sus miedos. Pero al igual que el miedo tiene muchos rostros, el vampiro ha recibido muy diferentes nombres en tierras de todo el mundo, aunque uno de ellos, que ahora cumple cien años, se haya convertido en su emblema: Drácula.
El 20 de mayo de 1897, la puerta del lóbrego castillo de los Cárpatos donde habita el conde Drácula se abrió por primera vez, con horrísono chirrido, y su alta figura encorvada, pálida y vestida de negro pronunció también por primera vez las engañosas e inquietantes palabras: Bienvenido a mi casa! Entre libremente y por su propia voluntad!... Yo soy Drácula". En esa fecha el escritor irlandés Bram Stoker, amante de las ciencias ocultas y miembro de la sociedad esotérica Golden Dawn, publicaba una novela que iba a consagrar literariamente la figura del vampiro y a convertir a Drácula en un moderno mito terrorífico. La realidad del siglo XX, que debía inaugurarse tres anos después, ha derrochado desde entonces muerte y destrucción cual si no fuera otro su propósito que aplacar la insaciable sed de sangre del conde transilvano.
Pero la biografía del vampiro se remonta en el tiempo mucho antes del éxito novelístico de Stoker. No es la biografía de un personaje literario, sino la de un ser sobrenatural en cuya existencia han creído generaciones de seres humanos. Durante el siglo XIX el vampiro se había convertido en un personaje más de la estética romántica, motivo de deleitosos sobresaltos y escalofríos regocijantes. El secretario del poeta Lord Byron, John William Polidorí, publicó su relato el vampiro en 1819, inspirándose en su admirado patrón para trazar el retrato de un vampiro aristócrata, frío, distinguido y canalla, llamado Lord Ruthven. Un primer molde del moderno vampiro. Y en 1872, Sheridan Le Fanu trazaba el gran retrato literario de la vanipiresa en su no vela Carmilla, donde daba cuenta de la ritual ejecución -una certera estaca clavada en el corazón- de la bella y temible condesa Mircalla, un siglo antes, el mito del vampiro no era cosa de diversión y entretenimiento. En pleno Siglo de las luces buena parte de Europa vivió lo que se ha llamado epidemia de vampirismo y el abate Calmet, en su Tratado sobre los vampiros publicado en París en 1746, se mostraba sinceramente convencido de que "desde hace alrededor de unos sesenta anos, una nueva escena se ofrece a nuestra vida en Hungría, Vioravia, Silesia, Polonia: se ven, dicen, a hombres muertos desde hace varios meses que vuelven, hablan, marchan, infestan los pueblos, maltratan a los hombres y a los animales, y chupan la sangre de sus projimos" La Europa profunda temblaba ante la epidemia, y la palabra vampiro aparecía por primera vez para nombrar aquello que los campesinos centroeuropeos llamaban con diferentes nombres desde hacía siglos. En tierras de Bosnia, el blausauger, el chupador de sangre, carecía de huesos y era capaz de transformarse en rata o en lobo, propiedad ésta que compartía con el farkaskoldus de Hungría y el Vlkodlak de Serbia. El bruculacas de Grecia despedía además un insoportable hedor y su piel, al igual que el vampiro serbio, era tirante como la de un tambor y rojiza. Había vampiros infantiles, como el kuzlak serbio, que se formaba a partir de un niño lactante arrancado a su madre y cuyo comportamiento era más molesto que terrible; y como el moroï rumano, formado a partir de un recién nacido muerto por su propia madre antes de ser bautizado. El moroï amen de su devoción por la sangre, era el causante del granizo pues, según afirmaban los campesinos rumanos, al bombardear la tierra esperaba poner al descubierto su tumba oculta y mostrar así al mundo el crimen del que había sido víctima.
Había vampiros con un solo orificio en la nariz, como el Krvopijac búlgaro y
Los había con extrañas deformidades, como el strigoi rumano que podía tener patas de oca, de cabra o de caballo. El upir ruso tenía la lengua en forma de aguijón. Y el liuvgat albanes, para que no cupiera duda sobre el origen de los miedos locales, tenía aspecto de turco y caminaba sobre unos altísimos tacones. La península balcánica era, pues, un hervidero de vampiros, y los medios para combatirlos eran también de lo más variado. Trocearlo y hervirlo en vino, en el caso del burculacas. Poner sobre su ataúd una rama de rosal silvestre, en el caso del krvopiíac; o de espino, en el del kuzlak. Al vlkodlak esa rama de espino se le tenía que meter en el ombligo y, luego, prenderle fuego con una vela usada para velar a un muerto. 
De dónde venía tanto miedo a los chupadores de sangre? De la sagrada consideración de la sangre como creadora de la vida eterna la sangre del dios Bel, creador del mundo en la mitología de la antigua Babilonia. La sangre de Cristo en el ritual cristiano. Incluso el consumo del vino adquiría el valor metafórico de la sangre bebida como han señalado estudiosos del mito vampírico, como Román Gubern en Las raíces del miedo, hay también en la imagen del vampiro que chupa la sangre de su víctima una transposición del acto sexual, una niezcía de atracción morbosa y repulsión hacia el sexo. En los ataques del famoso conde Drácula, afirma, "cualquier persona familiarizada con el simbolismo onírico y la interpretación freudiana del mismo, no tendrá dificultad en reconocer la descripción simbólica de un coito". El mito del vampiro tiene, sin embargo, otras raíces que se alimentan directamente de la Historia. Los casos terribles y reales de nobles que gustaban alimentarse de sangre marcaron sin duda la imaginación de su tiempo. En el siglo XV, el bretón Gilles de Rais, compañero de armas de Juana de Arco, asesino a varios centenares de niños con el fin de obtener con su sangre la piedra filosofal que le hiciera inmortal. Y en busca también de la inmortalidad, un siglo después la condesa húngara Erszebet Bathory sacrificó a 610 doncellas para bañarse en su sangre. La misma novela de Drácula tornaría su nombre de un personaje histórico, el príncipe rumano Vlad Tepes, mas conocido como Vlad el Empalador.
El vampirismo, aunque extendido por Europa, también había arraigado en otras remotas tierras, con idéntico temor al retorno de los muertos chupadores de sangre. En tierras africanas, los espíritus de las brujas, llamados adzes, volaban con forma de luciérnaga hasta el lecho de sus víctimas, y los kinoly de la isla de Madagascar rondaban los poblados, con sus ojos rojos y sus largas uñas. Otra península, Indonesia, nada tenía que envidiar en tierra de Asia a los Balcanes: allí las terribles langsuir; mujeres muertas durante el parto, codiciaban la sangre de niños y embarazadas. Y la milenaria China sufría el ataque de los ching shih, de garras feroces, ojos enrojecidos y largas melenas verdosas, y de los kiang si que, cubiertos de pelo blanco, eran capaces de chupar en pocos segundos toda la sangre de los caminantes que asaltaban en los senderos. Tan sólo en la India se daba una clase de vampiro que no era enemigo jurado de los vivos: vetala, habitante de los cementerios que gustaba de dar buenos sustos haciendo que los cadáveres parecieran resucitar; pero del que era posible incluso hacerse amigo. La publicación de la novela de Stoke cambió el rumbo de la biografía del vampiro. Drácula saco del mundo rural la vida de ultratumba del vampiro y la hizo discurrir por el universo visual del cine sustituto contemporáneo de los cuentos de vieja de antaño. Calvo, siniestro, turbadoramente sexual, homosexual, en este caso, se transformó en Nosferatu, el vampiro, en el filme de Murnau de 1921, una representación que repetiría décadas después Werner Herzog en su película de igual título. Pero el cine sobre todo de la mano del actor Bela Lugosi, fijó la imagen don juan esa de Drácula, repeinado y capa al viento en la literatura, nuevos vampiros venido también a disputar al viejo conde su reinado de terrón Richard Matheson, en Soy leyenda, convertía a la humanidad entera en vampiros. Y George R.R. Martin y Anna Rice han buscado en los Estados Unidos de los siglos XVII y XVIII vampiros problemáticos que viven  su condición con dolor y remordimiento. Ya no recorren el mundo epidemias de vampiros, como su cediera en el siglo XVIII, aunque tampoco han faltado quienes han querido llevar a la realidad la sangrienta pasión de Drácula. Tal fue el caso del joven puertorriqueño Salvador Agrón que, en la década de 1950, se dedicaba a matar mujeres envuelto en un manto negro. El miedo, como siempre, sigue haciendo nido en el corazón de los hombres y la sangre, una vez más, subyuga y aterroriza la imaginación, aunque en esta ocasión tome la más prosaica denominación de VIH, el temible virus del SIDA. Quizá, a fin de cuentas, el vampiro se haya limitado tan sólo a cambiar de nombre.



domingo, 4 de septiembre de 2011

Los Amos De La Noche

Probablemente el vampiro presente en el folclore de muchas culturas desde tiempos inmemoriales, proviene inicialmente de la necesidad de personificar uno de los arquetipos primordiales en el inconsciente colectivo, según la concepción de Carl Jung, como es el denominado "sombra", que representa los instintos o impulsos humanos ocultos más primitivos, o nuestra faceta instintiva animal, y así sería la encarnación del mal como entidad o una representación del lado salvaje del hombre[1] latente en su sistema límbico y en conflicto permanente con las normas sociales y religiosas. 

Pero es posible que el mito, como es conocido en nuestros días, sea una combinación compleja de varios temores y creencias humanas ademas del temor a los bajos instintos, como son: la atribución a la sangre de ser fuente de poderío o vehículo del alma, el temor a la depredación y a la enfermedad o a la muerte y en consecuencia a su expresión más palpable como es el cadáver, así como a la fascinación temerosa por la inmortalidad. 

Algunos estudiosos sugieren que el mito del vampiro, sobre todo el que se popularizó en Europa después del siglo XVII, se debe en parte a la necesidad de explicar, en medio de una atmósfera de pánico colectivo, epidemias que asolaron Europa causadas por enfermedades reales, antes de que la ciencia lograra explicarlas racionalmente (Ver:Vampiro y Medicina). 

Características y atributos 
Maquillaje de vampiro para una protesta contra el Banco Mundial. Nótese los rasgos tradicionales: tez pálida y ojeras propias de un cadáver y largos colmillos para atacar y desangrar a sus víctimas. 

La descripción de estas criaturas varía de autor en autor y de mitología en mitología. La mayoría de atributos de un vampiro que forman parte del folclor contemporáneo y que a veces incluso contradicen la naturaleza primordial del vampiro tradicional original, proviene de la literatura, sobre todo de la novela Drácula y las películas basadas en ella, así como de los comics y videojuegos. Por eso, de las siguientes características, solo algunas son las esenciales o comunes en el folclore general o como parte de las creencias de ciertas regiones, y otras inventadas por los novelistas y libretistas de cine o diseñadores de videojuegos. 

* Fueron humanos mortales, pero ahora están en un estado intermedio entre la vida y la muerte, de ahí que se les llame no-muertos, revinientes o redivivos. Esta naturaleza determinaba su aspecto básico: 

1. Según algunas culturas, un cadaver desenterrado era considerado vampiro si su cuerpo parecía hinchado y le salía sangre de la boca o la nariz. También si notaban que sus uñas, pelo y dientes eran más largos que cuando había sido enterrado e incluso poseía un aspecto más saludable de lo esperado, mostrando piel sonrosada y pocos o ningún signo de descomposición. En algunos casos, cuando se abrían las tumbas sospechosas, se podía encontrar que el cadáver tenía sangre fresca de una víctima manchando su cara. 
2. En Transilvania (Rumanía) se consideraba que los vampiros eran flacos, pálidos, y poseían unas largas uñas. 
3. En Bulgaria se les puede reconocer por poseer un solo agujero en la nariz. 
4. Según algunas culturas, tienen la posibilidad de transformarse en insectos, murciélago, rata, lobo o en niebla. La forma más mencionada en la cultura popular es la del murciélago. 
5. Poseen largos y puntiagudos caninos (colmillos) y su piel es muy pálida y fría. 

* Se alimentan primordialmente de la sangre de sus víctimas aunque hay descripciones de que también son antropófagos y en algunas culturas se consideraba que la sangre no era la base de su sustento, sino el "fluido vital" humano, algo tan etéreo como el alma. Actualmente algunos autores denominan vampiros psíquicos o emocionales a los perpetradores de acoso laboral o mobbing. 
* No se reflejan en los espejos ni tienen sombra, tal vez como una manifestación de la carencia de un alma. Este atributo no es universal, pues por ejemplo el vampiro griego vrykolakas/tympanios poseía tanto sombra como reflejo, pero es muy popular gracias a novelistas como Bram Stoker que lo menciona en su novela Drácula. 

Ilustración de "Varney the Vampire" de 1847 

* No toleran el ajo. En algunas tradiciones, también pueden ser alejados con rosas silvestres. 
* Los vampiros por su naturaleza demoniaca no soportan los símbolos cristianos y por ello pueden ser alejados usando una cruz cristiana o con agua bendita y no pueden cruzar por terrenos consagrados como los de una iglesia. 

* Son indestructibles por medios convencionales y son extremadamente fuertes y rápidos pero se debilitan junto a las corrientes de agua. 

* Aunque en general se supone los vampiros son vulnerables a la luz del sol, en algunas culturas se decía que no solo pueden resistir la luz del sol, sino que en algunos casos podían viajar a otro pueblo y llevar allí una vida normal. 

* Algunas tradiciones sostienen que un vampiro no puede entrar en una casa si no es invitado por el dueño; pero que una vez es invitado puede entrar y salir a placer. 

* En algunas zonas de Europa del este, existe la creencia de que el vampiro es un ser lujurioso que vuelve al lecho conyugal y deja embarazada a su esposa. De esta relación nacía un niño de características especiales (que varían en cada región), que se conocía como dhampiro. 

* Tienen una afinidad natural con la magia, en especial con la magia negra y concretamente la necromancia, siendo capaces de dominarla con mayor facilidad que el hechicero no vampiro más diestro. 
En el conjunto de creencias populares se pueden distinguir unas formas básicas, a veces complementarias entre si, para que un ser humano se convierta en vampiro: 
* Por predisposición desde el nacimiento: En Rumanía tenia mas posibilidades de ser un strigoi, el séptimo o duodécimo hijo cuyos hermanos mayores eran todos del mismo sexo. O tener unas marcas de nacimiento como el hueso sacro pronunciado, abundante vello corporal y haber nacido encapuchado, es decir con la cabeza envuelta en parte de la membrana placentaria, o haber ingerido parte de la misma. 
* Por muerte prematura o violenta: En la antigua Grecia, al igual que entre ciertas culturas africanas y en Indonesia, se creía que los niños, adolescentes y en general las personas que habían tenido una muerte prematura o en circunstancias anormales, por suicidio o violencia, podían convertirse en fantasmas vagabundos o vampiros 
* Por incumplimiento de rituales funerarios y religiosos: En Rumanía también se creía que alguien se puede convertir en vampiro después de su muerte si los que se deben ocupar de preparar y vigilar debidamente el cadáver no cumplen bien su tarea y no impiden que un animal, especialmente un perro o gato, e incluso una persona pasen a sobre el mismo. Esta creencia es similar a la de los hindúes que consideraban los espíritus o Pitrs que se encuentran a la espera de reencarnar pueden convertirse en vampiros si nadie les recuerda y realiza los rituales funerarios de rigor conocidos como shraadh y que son para facilitar su reencarnación. 
* Como maldición por acciones criminales o sacrílegas: En la antigua China también se creía que se convertían en vampiros ciertos criminales tradición similar a la existente entre los eslavos pues en Rusia se decía que los vampiros eran brujas o personas que se habían rebelado contra la Iglesia mientras estaban vivos, vendiendo su alma al diablo. A esta creencia ayudaron indudablemente los conceptos desarrollados por el cristianismo que, basados en la idea neoplatónica de la vida después de la muerte, fomentaron la idea de la corrupción del cuerpo y la supervivencia del alma hasta el día del Juicio Final, teniendo la posibilidad de acceder a este estado todos aquellos que murieran arrepentidos de sus pecados y que hubieran recibidos los últimos sacramentos. 

Por las formas anteriores, en la Europa cristiana y especialmente entre los pueblos eslavos, todos aquellos que no fueran enterrados en tierra consagrada (en particular los suicidas y los excomulgados) y los que no hubieran recibido la extremaunción, tenían la mayor posibilidad de convertirse en espectros corpóreos vampiros o brucolacos. 

* Por mordedura de un vampiro: Según casi todas las tradiciones, especialmente entre los eslavos, aquella persona que moría después de ser mordida por un vampiro se convertiría a su vez en uno. Los escritores ocultistas aducen que esta manera solo es posible si hay aceptación por parte de la victima. Los autores de literatura de ficción le han dado a esta manera una connotación sexual muy intensa, siendo muy atractiva para sus propósitos dramáticos.